Lo inesperado

Lo inesperado. Lo que no esperas. Lo que no contemplas, lo que te sorprende, lo que surge de manera repentina, sin aviso, sin estar una preparada.

Había estado viviendo 9 meses de mi vida, aún teniendo restos de linfoma a rematar, como si ya estuviera curada. Vuelta a la vida normal, ejercicio, gestiones, la casa, lo de siempre. Después de mi último tratamiento para rematar lo que quedaba de enfermedad el resultado fue que ‘el bicho’ seguía ahí tan tranquilo, habiéndose habituado a mi organismo, haciéndose resistente a la quimioterapia. Nunca se fue.

Han pasado 3 meses de eso, y aquí sigue, más grande y fuerte. La semana de mi 31 cumpleaños me dijeron que el tratamiento de Segunda Línea que me habían estado dando para fulminarlo tampoco funcionó.

Probablemente hayan sido los 3 meses más lentos, desesperantes y desesperanzadores de mi vida. Todas las voces alrededor, los pronósticos, la oscuridad, las paredes del hospital, el malestar. Sin poder hacer nada, ni siquiera hablar, porque una parte del bicho es el responsable de que mis cuerdas vocales lleven 3 meses paralizadas. No estaba acostumbrada a perder tantas cosas seguidas: la voz, las fuerzas, el apetito, las batallas…

El mismo día que me dijeron que esto no estaba funcionando, también salió un rayito de esperanza: formar parte de un ensayo clínico que parecía hecho a medida porque entraba dentro de todos los parámetros.  Y aquí estamos. Fui aceptada al ensayo y llevo unos días tomando unas pastillas que se supone que actúan específicamente para frenar el crecimiento de mis tipos de células defectuosas. Digo se supone porque aún no sé nada. Puedo decir que me encuentro mejor, pero quizá es algo psicológico, o quizá es que se me están quitando los efectos de las otras quimios. O quizá que simplemente la esperanza me impulsa a seguir luchando y caminando hacia adelante.

Cuando te pasan cosas así, aprendes a valorar la vida y la salud por lo que realmente es. Al mirar por la calle y ver a la gente ir de aquí para allá estresados al trabajo, discutiendo por teléfono. Escuchar a los niños en el parque jugar, reír y llorar. Los ancianos paseando…algunos lo sabrán, pero la mayoría de personas no saben lo afortunadas que son de estar sanas y vivas, sin más complicaciones que si se han mojado por la lluvia, si se han despeinado con el viento, si se les ha roto el teléfono, si ahora no saben si quieren los zapatos blancos o negros, si tienen exámenes o tienen que ir a trabajar, más que nada porque pueden hacerlo. Si se dan cuenta, pueden vivir la vida al máximo.